Permítanme la licencia literaria del título de este post antes de entrar en los pormenores de un interesantísimo (y extenso) artículo en el que se pretende mostrar que los intelectualmente superdotados pagan un elevado precio por sus logros sociales.
Los autores concluyen su informe así:
“La investigación en inteligencia se centra en la luz de los rayos de esa población excepcional, pero para atender seriamente a ese grupo humano no se debe ignorar los truenos que siguen a esos rayos”.
Estudiando a un numeroso grupo de miembros de la asociación MENSA –en los Estados Unidos—se valora la prevalencia de los desórdenes de estado de ánimo, la ansiedad, el TDAH, las alergias, el asma, los problemas del sistema autoinmune y el TEA (trastorno del espectro autista).
Se compara a esos individuos intelectualmente superdotados con la población general de aquel país.
La pregunta es:
¿existe relación entre una alta inteligencia (híper cerebro) y una excesiva respuesta tanto psicológica como del sistema inmunitario (híper cuerpo)?
Los superdotados cumplimentaron una encuesta en la que se preguntaba por los desórdenes señalados. En concreto, 3.715 individuos con un rango de edad de 18 a 91 años (Media = 53, DT = 15).
La tendencia a que presentasen mayor nivel educativo y más abultados ingresos que la media nacional fue rotunda. Cero sorprendente.
La siguiente figura consigna el porcentaje de ambos grupos (controles y superdotados) que presentan diagnóstico del correspondiente desorden.
Los resultados encajan con el modelo de los autores (hyper brain/hyper body theory of integration).
Ese modelo se apoya en un proceso psico-neuro-inmunológico único según el cual quienes poseen un híper cerebro porque han sido agraciados (gift) con un nivel intelectual por encima de 130, también revelan una mayor tendencia a responder a los estresores del entorno rumiando mentalmente y preocupándose. Es decir, recurren a estrategias de copying que predicen un mayor riesgo de una súper excitación psicológica antesala de los desórdenes afectivos.
Esos desórdenes se asocian a un híper cuerpo que se manifiesta en una súper excitación fisiológica que adopta la forma de problemas regulatorios del sistema inmune. A su vez, esos problemas pueden alimentar procesos psicológicos asociados (en un destructivo feedback loop).
La evidencia encontrada en esta investigación sugiere que los individuos de alta inteligencia presentan un mayor riesgo de desórdenes del estado de ánimo, ansiedad y TDAH, así como una serie de problemas relacionados con el sistema inmune tales como las alergias o el asma.
La súper excitabilidad de esos individuos, así como su crónica activación mental en respuesta al entorno, mantendrían activado el tristemente famoso eje HPA (hipotálamo-glándula pituitaria-sistema adrenal). Su probable mayor conectividad cerebral facilitaría también los procesos de rumiación mental.
Los autores señalan la necesidad de averiguar por qué discrepan los resultados de los que se informa en este artículo y la evidencia derivada de los numerosos estudios en epidemiología cognitiva (EC).
En el segundo caso se ha observado, reiteradamente, que una mayor inteligencia se asocia a resultados sanitarios positivos (físicos y mentales). Un mayor nivel de inteligencia –valorado por los usuales test estandarizados—predice incluso longevidad.
Los científicos han interpretado que la integridad del sistema contribuye a una mayor inteligencia y a mejores indicadores de salud.
¿Cuáles pueden ser los motivos de esa discrepancia?
- La mayor parte de los estudios en EC consideran hasta una desviación típica por encima y por debajo de la media de la población, excluyendo a quienes están por encima del percentil 98 (es decir con un CI mayor de 130). Detenerse antes de tiempo puede impedir descubrir relaciones curvilíneas que pudieran caracterizar la asociación de la inteligencia con la integridad del sistema.
- Una gran parte de los estudios sobre la relación de la inteligencia con los desórdenes psiquiátricos se basan en registros de los centros de salud. No son, por tanto, estudios verdaderamente epidemiológicos.
- Un considerable número de estudios sobre los problemas de salud son bastante diferentes de los analizados en el estudio que se está comentando, generalmente relacionados con el sistema inmune. En EC es habitual centrarse en problemas de hipertensión, trastornos coronarios, cáncer, desórdenes del sueño, visitas al médico y salud general valorada por niveles de energía y movilidad.
- Finalmente, no puede olvidarse el modo en el que a menudo se valora la superdotación intelectual. El 9% de quienes reciben servicios de educación especial, así como el 20% de quienes abandonan el instituto, son intelectualmente superdotados. Además, los individuos nominados en esa categoría considerando Test de logro escolar como el SAT (por ejemplo, el Study of Math Precociuos Youth) pueden dejar fuera a los individuos de mayor riesgo de presentar las problemáticas consideradas en el estudio comentado.
Los autores reconocen que sería fundamental replicar los resultados en otros países, algo que sería relativamente fácil de hacer.
¿Alguien se anima?
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