El término disincronía social describe el desajuste entre el elevado desarrollo intelectual de una persona de altas capacidades y el ritmo de su entorno social. Originalmente Terrassier (1994) observó este fenómeno en niños superdotados, pero las dificultades asociadas suelen persistir en la edad adulta. Básicamente, la persona funciona a un “tempo” diferente al del grupo general. Como indica Siaud-Facchin, “el tempo es el problema central del superdotado: nunca sigue el tempo correcto. Jamás está en sincronía con el movimiento general”. En otros términos, un adulto con altas capacidades a menudo va muy por delante en ciertos aspectos (intereses, lógica, cultura) mientras puede quedarse rezagado en otros (madurez emocional, habilidades sociales).
Causas de la disincronía
Las causas son múltiples. En gran parte son innatas: el cerebro de las personas de alta capacidad suele procesar la información muy rápido y con mayor intensidad. Son comunes los rasgos de sobreactividad o hipersensibilidad (según Dabrowski, que hacen que reaccionen muy intensamente a estímulos cotidianos. Junto a esto tienen pensamiento “ramificado” (multiples líneas de ideas a la vez) y alta creatividad, lo que a menudo las adelanta cognitivamente. Esta hiperactivación mental puede generar ansiedad o cansancio si no se gestiona bien.
Además influyen factores ambientales: un niño con altas capacidades que crece en una escuela tradicional aburrido de tareas simples, o con padres poco preparados para responder a sus preguntas avanzadas, acumula frustración. Si esas carencias no se corrigen, se traducen en la adultez como bajo rendimiento profesional o emocionales no resueltas. En resumen, una combinación de diferencias cerebrales innatas (como un ritmo mental acelerado) y un entorno educativo/laboral no adaptado explica este desfase persistente.
Manifestaciones habituales
En la adultez, la disincronía se observa en varios patrones típicos. Por ejemplo, muchas personas con altas capacidades son extremadamente hipersensibles en lo cognitivo y emocional. Pueden emocionarse profundamente o cambiar de ánimo con rapidez ante pequeños estímulos. Su mente nunca se detiene: piensan en muchos temas complejos a la vez y pueden aburrirse muy rápido con actividades monótonas. A nivel emocional o de intereses, suele haber un desfase: es común que sientan vacío social porque crecieron rodeados de gente “diferente” a ellos, y de adultos sigan necesitando conversaciones profundas con personas afines. En suma, son a la vez apasionados e insatisfechos: buscan retos constantes y con facilidad se sienten estancados.
Otro rasgo típico es la selectividad social: eligen con mucho criterio a sus amistades y pareja, esperando cercanía intelectual y afectiva. Si esa conexión no ocurre, se decepcionan con facilidad. Este conjunto de características (hipersensibilidad, perfeccionismo, necesidades intelectuales intensas) puede llevar a interpretar sus comportamientos como extraños o inestables.
Consecuencias en el ámbito laboral y relacional
En el trabajo, la desincronía se traduce en insatisfacción frecuente. Las tareas repetitivas o muy estructuradas les resultan aburridas , y necesitan puestos con retos constantes. Su multipotencialidad provoca que cambien de carrera o emprendimientos con frecuencia. Sin embargo, esta diversidad de intereses puede verse como “trayectoria caótica”: RRHH suelen culparlos de inestabilidad y temen contratarlos. Como resultado, no es raro que ocupen empleos por debajo de su nivel (subempleo) o queden frustrados al no aprovecharse totalmente sus capacidades.
En lo relacional, el impacto también es notable. La desconexión cognitiva genera malentendidos: suelen sentirse incomprendidos aun estando rodeados de gente. Como advierte un texto especializado, “la peor de las soledades es la soledad interior”. Pueden tener amigos y familia, pero sentir una profunda soledad emocional porque no pueden compartir su mundo interno. Este aislamiento les causa soledad existencial: aunque socialicen bien en apariencia, perciben que los demás no los entienden a fondo. En el ámbito íntimo también hay consecuencias: la alta exigencia y perfeccionismo puede tensionar relaciones de pareja o amistad, especialmente si la otra persona no comparte intereses o sensibilidades. En definitiva, los desfases de desarrollo pueden originar malentendidos, aislamiento social y riesgo de ansiedad o depresión por sentirse diferentes.
Estrategias de adaptación y recomendaciones
Para manejar mejor esta desincronía se aconsejan varios enfoques prácticos:
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Comprensión y empatía: Es clave que familiares y compañeros comprendan la situación. Debe transmitírseles comprensión y apoyo sin presionarlos con expectativas ajenas.
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Apoyo profesional especializado: A menudo conviene la ayuda de un psicólogo formado en alta capacidad. Como observa Siaud-Fachchin, el adulto superdotado “necesita tanta ayuda como el niño superdotado”. Un terapeuta sensible puede trabajar la autoestima, enseñar a regular emociones intensas y explorar su identidad intelectual.
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Canales de expresión creativa: Se les anima a aprovechar su creatividad y sensibilidad. Actividades artísticas, científicas o humanísticas les permiten canalizar su agudeza mental y emocional como un valor.
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Redes de apoyo: Participar en grupos o asociaciones de personas con altas capacidades (presenciales u online) ayuda a encontrar afinidad intelectual y social. Compartir experiencias con pares disincronizados mitiga el sentimiento de soledad.
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Ambientes laborales adecuados: Buscar trabajos flexibles o proyectos con alto componente de desafío intelectual (investigación, desarrollo tecnológico, docencia especializada) puede mantener su motivación. Evitar ambientes excesivamente rutinarios o jerárquicos.
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Autoconocimiento y autocuidado: Mediante la autoeducación (lecturas, talleres) pueden entender su perfil neurodivergente y aprender estrategias (mindfulness, gestión del tiempo, establecer límites). Reconocer la alta capacidad como una diferencia, no una “culpa”, es fundamental.
En resumen, la disincronía social en adultos de altas capacidades es un reto real derivado de su desarrollo asíncrono. Aunque puede causar soledad, frustración y subempleo, comprenderla y aplicar recursos adaptativos –empatía social, ayuda profesional y entornos adecuados– permite transformar esta diferencia en una fortaleza a largo plazo
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